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El análisis de las heces de tres especies de pingüinos antárticos en diferentes lugares y años, la amplia presencia de microplásticos como poliéster y el polietileno.
La contaminación por plásticos es uno de los grandes problemas ambientales de nuestra era, y diversos estudios muestran como los microplásticos ya están presentes prácticamente en todas partes. Además, se estima que en torno al año 2050 habrá más plásticos que peces en nuestros mares y océanos.
El último trabajo, publicado en la revista Science of the Total Environment, incide sobre la necesidad de conocer los efectos de estas partículas y de establecer medidas más efectivas para controlar la contaminación por plásticos y otras partículas de origen humano en el continente antártico.
Estos contaminantes llegan a mares y océanos principalmente a través de la basura y los desechos procedentes de las actividades antrópicas”, explica Andrés Barbosa, científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y autor del trabajo. “Dada la baja presencia humana en el océano antártico y en la Antártida, cabría esperar una baja contaminación por microplásticos en estas áreas. Sin embargo, las estaciones de investigación, los barcos pesqueros y turísticos y las corrientes marinas hacen que estas partículas lleguen a estos hábitats, pudiendo provocar una alta concentración a nivel local”, comenta José Xavier, investigador de la Universidad de Coímbra (Portugal).
Los pingüinos, indicadores de la salud de los ecosistemas
En el nuevo trabajo, llevado a cabo por un equipo internacional de científicos, se analizaron las heces de tres especies de pingüinos: el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), el barbijo (Pygoscelis antarcticus) y el papúa (Pygoscelis papua). “Los pingüinos se utilizan para muchos estudios porque su biología y ecología son bien conocidas y el hecho de que sean depredadores les convierten en buenos indicadores de la salud de los ecosistemas en los que viven”, aclara Barbosa.
“Los resultados muestran que la dieta de las tres especies está compuesta por distintas proporciones de krill antártico (Euphausia superba), en un 85% en el caso del pingüino de Adelia; un 66% en el del barbijo y, finalmente, un 54% en el papúa. “Se encontraron microplásticos en un 15, 28 y 29% de las muestras, respectivamente, en las tres especies estudiadas”, señala Joana Fragão, investigadora de la Universidad de Coímbra.
“La frecuencia de aparición de estas sustancias fue similar en todas las colonias, lo que nos induce a pensar que no hay un punto de origen concreto de contaminación dentro del mar de Scotia. Es necesario seguir estudiando en esta línea para comprender mejor la dinámica de estas sustancias y sus efectos en estos ecosistemas para guiar nuevas políticas de gestión en el continente antártico”, concluye Filipa Bessa, también de la Universidad de Coímbra.